La nueva ola de influencers: ¿Realmente estuvo en Wimbledon?

Un reciente carrusel publicado en Instagram muestra imágenes ultra realistas de una influencer llamada Mia Zelu, supuestamente disfrutando de Wimbledon, con la copa de Pimm’s en mano y una sonrisa relajada desde las gradas. Las fotos acumularon decenas de miles de “me gusta” antes de que la comunidad se diera cuenta de que nunca estuvo allí: Mia Zelu no existe en el mundo real.

Con casi 200.000 seguidores, este personaje digital ha capturado la atención debido a lo convincente de su imagen y la emotividad de sus publicaciones. Su autoría se mantiene en el anonimato, aunque su perfil reconoce sin tapujos que se trata de una “influencer IA”, una narradora digital que genera contenido hiperrealista con una dosis de emoción humana.

El engaño vestido de glamour

Las imágenes, publicadas el lunes 7 de julio, mostraban una experiencia aparentemente auténtica de un día en el torneo. Sin embargo, tras comprobar que los comentarios estaban desactivados y con más de 50.000 “me gusta”, algunos usuarios comenzaron a sospechar. Pronto se confirmó: Mia Zelu era una creación íntegramente generada por IA. Un golpe de efecto que refleja el avance del realismo logrado por la inteligencia artificial y la creciente capacidad de estos entes digitales para difuminar los límites entre lo virtual y lo real.

Una hermandad digital: la conexión entre avatares

Mia no actúa sola: aparece acompañada de su “hermana”, Ana Zelu, una influencer también generada digitalmente con casi 300.000 seguidores. Ambas comparten escenas cotidianas, emociones y diálogos típicos de redes sociales: “Te amo mucho hermana”, “Estoy tan agradecida por ti”, muestran en intercambios que refuerzan la idea de comunidad y autenticidad.

¿Marketing encubierto o arte viral?

Este caso no sólo es una hazaña tecnológica, sino también una estrategia que pone en evidencia el enorme poder viral de los perfiles IA cuando se combinan con narrativas atractivas. Según rumores, agencias con base en Barcelona están diseñando estos influencers como “cuentos digitales” capaces de generar gran impacto en redes.

Mia Zelu ha permitido que su autor mantenga el misterio, alimentando curiosidad y, sin saberlo, transformándose en un experimento social sobre credibilidad digital: ¿podemos confiar en lo que vemos en internet?

¿Dónde trazamos la línea entre lo real y lo artificial?

Este fenómeno plantea dilemas éticos y culturales. La destreza de la IA para construir una narrativa emocional verdadera genera dudas: ¿qué pasa cuando un ser humano interactúa con personajes que no existen? ¿Debemos exigir transparencia total o aceptar estas creaciones como nuevas formas de arte y entretenimiento?

El impacto en la industria y la sociedad

Las marcas ya han comenzado a explorar esta realidad: tener un influencer virtual, disponible 24/7, sin compromisos, pero con la habilidad de generar engagement emocional. Pueden representar productos con total consistencia visual y narrativa.

Pero también se abre un frente legal y regulatorio: ¿pueden estas identidades IA influir en decisiones de compra o ideas políticas sin que el público perciba su naturaleza ficticia? La ONU, la UE y otros organismos están debatiendo regulaciones sobre contenido generado por IA y su obligación de etiquetarlo explícitamente.


Las rimas de la IA

Mia brilló entre la gente,
pero no estaba presente.
Su copa fue solo un guiño,
de bits, píxeles y cariño.
¿Será esta la nueva corriente?