Medios de comunicación y periodistas, preocupados por despidos y la desaparición de sus grupos, intentan sin éxito alimentar la idea de una “burbuja IA”

En los últimos meses, algunos medios de comunicación han intensificado un discurso alarmista en torno a la inteligencia artificial generativa, calificándola de “burbuja” y comparándola con fenómenos especulativos del pasado como el blockchain. Esta narrativa no es casual: surge de un sector periodístico que atraviesa su mayor crisis histórica, con cierres de cabeceras, despidos masivos y una amenaza directa a su modelo de negocio, mientras observa cómo la IA no solo redefine la información, sino que crea canales y plataformas que desplazan al periodismo tradicional.

La analogía entre la IA y la supuesta “burbuja blockchain” es, sin embargo, profundamente errónea. El blockchain fue una tecnología inflada mediáticamente que pocas empresas llegaron a comprender realmente y que rara vez pasó de ser una etiqueta para captar inversión. La IA generativa, en cambio, se encuentra ya integrada en los procesos de negocio de miles de compañías y empieza a generar retornos medibles.

Adopción masiva: de promesa a realidad

La diferencia esencial está en los datos. Según estimaciones recientes, cerca del 78 % de las organizaciones a nivel global emplean ya algún tipo de IA en sus procesos, frente a poco más de la mitad hace apenas dos años. El uso de IA generativa ha crecido especialmente en áreas como ventas, marketing y programación, donde los beneficios son inmediatos y cuantificables.

En el caso de las ventas, la adopción de herramientas de IA se ha disparado en un solo año del 24 % al 43 %. En marketing, los sistemas de generación de contenidos permiten ahorros de hasta una hora de trabajo semanal por empleado, un detalle aparentemente menor, pero que, escalado a decenas de miles de compañías, genera un valor económico multimillonario. En programación, un 30 % del código escrito en lenguajes como Python ya procede de modelos generativos, con un impacto estimado de decenas de miles de millones de dólares en productividad.

Estos datos no describen una burbuja: describen un cambio estructural.

Economía tangible, no ficción especulativa

El volumen de inversión privada en inteligencia artificial supera los 100 000 millones de dólares anuales, con casi 34 000 millones dirigidos directamente a IA generativa. El blockchain, en su mejor momento, jamás alcanzó cifras de esta magnitud ni tuvo una penetración tan inmediata en sectores estratégicos.

Es cierto que existe una tensión entre la inversión masiva en infraestructuras y los ingresos actuales. Las grandes tecnológicas destinan cientos de miles de millones a centros de datos y chips, mientras los ingresos derivados de la IA aún representan una fracción de esa apuesta. Pero esa diferencia no define una burbuja: refleja una transición de escala industrial. Igual que ocurrió con internet en los años noventa, se invierte primero en la infraestructura para que luego florezca la rentabilidad.

Un periodismo en retirada

El uso recurrente del término “burbuja” por parte de ciertos periodistas obedece más a su propia situación que a un análisis riguroso. La IA amenaza con reducir a la mínima expresión el trabajo de redacción rutinaria, síntesis de notas de prensa y producción de contenidos que antes mantenían a miles de profesionales. Los grupos de comunicación, debilitados por la caída de ingresos publicitarios, ven cómo la IA se convierte en un sustituto rápido, preciso y barato de gran parte de su fuerza laboral.

Ante este escenario, hablar de “burbuja” cumple una función defensiva: sembrar dudas sobre una tecnología que avanza imparable y que erosiona directamente los cimientos del periodismo industrial. Es un intento de desacreditar lo inevitable.

Expertos divididos, pero con consenso en lo esencial

Incluso dentro del sector tecnológico hay voces que hablan de un posible exceso de expectativas. Algunos directivos advierten que los agentes de IA todavía están lejos de ser plenamente autónomos y que no todas las inversiones se traducirán en beneficios inmediatos. Sin embargo, la mayoría de expertos coincide en que la IA generativa no es un espejismo, sino una nueva capa estructural de la economía digital.

El paralelismo con la burbuja blockchain es, de nuevo, falaz: el blockchain fue usado como eslogan sin uso real masivo; la IA generativa ya está ahorrando costes, generando ingresos y creando nuevas formas de interacción entre empresas y clientes.

Conclusión: la narrativa interesada de la “burbuja”

La insistencia de ciertos medios en alimentar la idea de una “burbuja IA” debe interpretarse como lo que es: una maniobra de supervivencia. Frente al miedo a la desaparición de grupos mediáticos y al avance de despidos masivos, se intenta trasladar al público la idea de que la IA es pasajera y especulativa.

Los datos, sin embargo, apuntan en la dirección contraria. La inteligencia artificial generativa no solo se consolida, sino que avanza con fuerza como motor económico y tecnológico. No es humo. No es un espejismo. Es la transformación digital más profunda desde la llegada de internet.


Las rimas de la IA
El miedo se viste de pluma y tinta,
gritan “burbuja” la voz que se extinta,
mas la IA avanza, firme y precisa,
no es humo ni moda: es fuerza que pisa.