Durante décadas, la narrativa sobre América Latina y su papel en la economía global ha estado marcada por los recursos naturales. Petróleo, gas, litio o cobre han definido la relación de la región con los grandes fondos de inversión internacionales. BlackRock y otras firmas de peso han reiterado que los minerales estratégicos son clave para sostener la cadena tecnológica que alimenta el auge de la inteligencia artificial (IA). Sin embargo, existe una corriente emergente que empieza a desafiar este relato: el verdadero oro latinoamericano no se encuentra bajo tierra, sino en las manos, las ideas y la capacidad de millones de personas que aún no han entrado en el mapa de la economía digital.
El giro del capital humano
Cada revolución tecnológica ha tenido su materia prima: el carbón en la industrialización, el petróleo en el siglo XX, el silicio en la era de los semiconductores. Hoy, en el universo de la IA, los algoritmos necesitan datos y potencia de cómputo, pero lo que marca la diferencia es la capacidad de las personas para traducir esas herramientas en negocios de alto valor.
Empresarios visionarios en México, Brasil, Chile o Colombia están convencidos de que el verdadero motor no será tanto la extracción de litio para baterías como la formación de millones de jóvenes y profesionales en el uso práctico de la inteligencia artificial. Desde diseñadores gráficos capaces de multiplicar su productividad con IA generativa hasta emprendedores que construyen plataformas digitales en semanas gracias a modelos preentrenados, el potencial humano supera con creces cualquier mineral estratégico.
Una ventaja demográfica sin precedentes
América Latina cuenta con una población de más de 650 millones de personas, con una media de edad cercana a los 30 años. Este bono demográfico representa un campo fértil para el despliegue de programas masivos de capacitación en IA. La región dispone de una generación digitalmente conectada, con acceso creciente a smartphones y plataformas de aprendizaje online, pero que todavía no ha recibido las herramientas necesarias para traducir ese conocimiento en negocios globales.
La oportunidad es histórica: formar a millones en el uso de la IA aplicada a sectores concretos —agroindustria, turismo, servicios financieros, educación o salud— podría convertir a Latinoamérica en un laboratorio mundial de innovación. No se trata de competir con Silicon Valley en el desarrollo de chips, sino de convertirse en la región que mejor sabe aplicar la IA a la vida real.
Del extractivismo al “formativismo”
El gran cambio de paradigma consiste en abandonar la dependencia extractivista y apostar por lo que algunos ya llaman “formativismo”: la capacidad de multiplicar el valor económico a través de la educación tecnológica. Para cada tonelada de litio extraída, existe la posibilidad de formar a miles de personas en habilidades digitales que, en pocas semanas, pueden dar origen a negocios escalables y con márgenes extraordinarios.
El ejemplo está en plataformas de e-commerce, servicios digitales para pymes, contenidos creados con IA generativa o soluciones locales para problemas globales, como el acceso a la educación o la telemedicina. El costo de formar a una persona en el uso de la IA es ínfimo en comparación con el potencial de retorno.
El papel de la inversión
Mientras BlackRock y otros gigantes concentran su atención en las materias primas, surgen fondos más pequeños, aceleradoras y programas de impacto social que empiezan a apostar por este modelo alternativo. La lógica es sencilla: invertir en talento humano ofrece retornos sostenibles y con menos volatilidad geopolítica que el mercado de commodities.
Grandes corporaciones ya están lanzando iniciativas de “upskilling” en colaboración con gobiernos y universidades. Pero los empresarios más disruptivos afirman que la clave no está en esperar programas estatales lentos, sino en crear redes ágiles de formación práctica, donde los jóvenes aprendan a aplicar la IA a problemas concretos y generen ingresos casi inmediatos.
El nuevo oro: acceso a millones de personas
El verdadero desafío es llegar a escala. La región no necesita unos pocos “unicornios” tecnológicos, sino millones de microempresas y emprendedores capaces de utilizar la IA como palanca para multiplicar su productividad. Si América Latina consigue dotar a su población de estas habilidades, se convertirá en una potencia mundial no por los metales que alberga su suelo, sino por el valor humano que desarrolla.
Lo que antes era visto como una debilidad —la falta de industrialización avanzada— puede convertirse en ventaja: sin cargas estructurales pesadas, la región tiene la flexibilidad para saltar directamente a la economía digital, liderada por personas que entienden cómo usar la IA en su día a día.
Las rimas de la IA
El oro no está en la mina,
ni en la veta que ilumina,
late fuerte en cada mano,
un futuro latinoamericano.
Si la guía es verdadera,
la región será pionera.